15 de Agosto de 2.006 |
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LA OTRA CRÓNICA La semana nos ha deparado un duelo de titanes en el mundo del espectáculo. En un rincón, con pantalones de cuero y camiseta sin mangas, con 63 primaveras y el mismo número de kilos, el niño malo de los morritos, el inglés de los excesos, las modelos y el coqueteo con el diablo... Miiiiiick Jaaaagger. Y en el otro, con 74 años y un carro de películas y discos a sus espaldas, el prototipo español del hombre fiel y trabajador, el chico bueno del pelo de cepillo.... Manooooolo Escobaaaaaar. Los dos son músicos veteranos, con muchos años en el cuerpo pero con el alma eternamente joven. El reto es a muerte por ganarse el favor del público. Y, tras la contienda, el veredicto ha sido claro: campeón, por k.o. técnico, ¡Manolo Escobar! Espantá, abandono, enfermedad, flojera... Sea como sea, los Rolling Stones han suspendido sus dos conciertos de Valladolid y El Ejido (antes ya habían cancelado Madrid y Barcelona), enterrando definitivamente su gira 2006 por España. En cambio, el autor de Mi carro, Porompompero, La minifalda y otros éxitos, plenamente recuperado de una embolia cerebral y de dos operaciones a corazón abierto que le tuvieron en dique seco hace dos años, sigue trabajando casi cada día y llenando plazas y teatros. CRONICA estuvo esta misma semana en un concierto suyo y comprobó cómo aún mantiene la buena forma y las cualidades que le catapultaron a la fama al comienzo de los años 60. Todo comenzó este mismo martes, 15 de agosto. Es casi el mediodía cuando suena el teléfono en la redacción: «De acuerdo, os esperan esta tarde. Manolo toca a 20 kilómetros de Salamanca». El trayecto deja pocas dudas: campos interminables, clubes de carretera y pastos de ganaderías bravas. En las calles de Valdelosa, mucho coche aparcado, señal de que hay fiestas. Ante las casas bajas, mucha abuela en bata y zapatillas, mucha gente joven en ropa deportiva y sandalias piscineras. ¿Cuántos habitantes? «560».explica su alcalde, Manuel Prada. «Y tenemos el mayor alcornocal de Castilla y León». Manolo Escobar se ha instalado junto con su manager y sobrino, Gabriel, en la residencia de ancianos de la localidad. Allí ha ocupado el despacho del médico, reconvertido en camerino, donde recibe a CRONICA. Esta noche tocará en la plaza de toros móvil del pueblo. Al llegar, le encontramos con su eterno Nescafé en la mano, rodeado de abuelos del geriátrico, hecho un chaval. Gran conversador, lúcido y ágil, se mueve sin señal ninguna de achaques. «¿Los Rolling? Bueno, eso le pasa a cualquiera. Pero yo no he suspendido en la vida. Yo he llegado a cantar con un cólico nefrítico...». Lo corrobora su sobrino Gabriel: «Manolo se toma eso como una cuestión de honor. Y ha hecho locuras, como pincharse corticoides antes de salir, para bajar la inflamación de la garganta». Hoy, en cambio, no hay dificultades. Manolo se muestra en plena forma mientras hace la prueba de sonido. «Llevo tres espectáculos. Y el de hoy es el mejor, con siete músicos, cuatro chicas de baile y dos de coro. Los próximos, en cambio, son sólo con banda de música. Nosotros vamos al pueblo, ellos ponen la banda, y yo canto». ¿Cómo? ¿Manolo Escobar va al pueblo que haga falta y toca con músicos a los que no ha visto nunca? «Sí, sí. Les pasamos las partituras y, un día antes, voy a ensayar. Pero son canciones muy conocidas, no hay problema». El precio tampoco es obstáculo. El show grande, el que este martes pudieron ver los vecinos de Valdelosa, sale por 28.000 euros.Una cifra modesta, comparada con lo que cobran otros músicos del panorama nacional. Y no digamos los Rolling... Pero el veterano cantante, nacido en El Ejido (Almería), emigrado a Barcelona y residente en Benidorm, no sólo hace pueblos en fiestas. También actúa en recintos elegantes como el Kursaal, de San Sebastián, donde arrancó su gira este año, o el Teatro Albéniz de Madrid, donde estará del 11 al 17 de septiembre, en el Festival de Otoño. Allí llevará un tercer espectáculo, un musical minimalista y popular escrito por Marc Roxich y dirigido por Xavier Albertí, con el que ya ha estado tres semanas en el Teatre Condal de la capital catalana. Y así hasta 31 galas este verano. Y, ¿de dónde saca la motivación? ¿Cómo sigue al pie del cañón alguien que lleva cantando ¡49 años!, ha conducido cuatro millones de kilómetros («ciento y pico mil al año, calcula...»), ha hecho 23 películas, ha publicado 73 discos («si tenían razón los que los contaron, en el 98») y no sabe («ni idea») ni cuántas canciones ha grabado? «Por dinero, ya no lo hago, porque para vivir tengo. Pero lo que no quiero es estar en casa estorbando. Te conviertes en una sombra sospechosa por los pasillos» Y sigue: «Estás allí, y viene Anita (su mujer, Ana Marx Schiffer) y te dice: «Oye, cariño, que te tienes que ir porque vamos a limpiar y abrir un poco, claro, en mi casa no pueden estar las ventanas abiertas, porque el aire para los cantantes... Y termino en mi despacho encerrado. Así que hago unas cuantas galas... Y por ahí, pegando voces...». Lo que está claro es que Manolo sigue conectando con la gente, que le abraza, le saluda y le jalea en cuanto puede. En Valdelosa, cuando arranca el concierto, hay caras de arrobo entre los más mayores. Pero también hay público de todas las edades. Allí están, por ejemplo, Miss Salamanca 2006, Concha Yuncal, y sus amigas Loli, Miriam, Rebeca y Nieves. ¿Qué hacen cinco bellísimas veinteañeras viendo cantar a Manolo Escobar? «Es que es nuestro prototipo de varón. Nos gustan sus películas, nos parece muy guapo, y muy bueno. Y porque es hombre de una sola mujer». |
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