En Belén una noche de frío
tirita aterío un pobre zagal,
que la nieve inclemente y helada
mató su manada
por la madrugá.
Y el pobre pastor
ya piensa en morir,
que sólo su llanto
le alivia el sufrir.
Pero no será,
no puede ocurrir (bis).
Y no puede ocurrir.
Una luz de encendido reflejo
parece a lo lejos
llamar al zagal
que no sabe decir lo que siente
y corre hacia oriente
con un nuevo afán.
Y ve en un portal
al Niño de Dios,
que está sonriendo
mirando al pastor.
Y el
rebaño ve
a su alrededor (bis).
Y ya sabe de amor.
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