Aires
del Moncayo
mecieron su cuna
y le hicieron duro
como el pedernal.
Llevaba en su alma
la nobleza pura
de los que se llaman
hijos del Pilar.
Fue el hombre elegido
por la Pilarica
para una mañica
que había que salvar.
Y
cuando de boca en boca
se oyó el eco de un cantar,
la vergüenza de la copla
hizo al mañico exclamar:
Ridiez, que empiezo a estar harto
que haya gente en Aragón
que hable mal de una mañica
sin motivo ni razón.
Y en una noche de ronda
bañada de blanca luna,
rasgó el aire una jotica
con más fuerza que ninguna:
Cuando la sangre me hierve,
a bruto no hay quien me gane.
Cuando la sangre me hierve.
Desde hoy ya tiene esta maña
un hombre que la defiende.
A bruto no hay quien me gane
cuando la sangre me hierve.
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