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Encima
la Giralda yo voy,
yo voy a colocar.
Encima la Giralda yo voy
a colocar mi pena pa que
toda Sevilla pueda saber
que tú me estás matando,
mujer, mujer mala mujer.
Mujer,
mala mujer eres tú,
que me das esperanzas de amor,
y ya que no me puedo valer,
te gusta torturarme, mujer,
mujer, mala mujer.
Pero
mira, chiquilla,
no
juegues con el corazón,
ten cuidao,
que no me dejas na que perder
y estoy desesperao, mujer,
mujer, mala mujer.
No
te quiero,
no te quiero, no,
yo no te quiero ya.
No te quiero, no te quiero,
que yo no te quiero,
no te quiero tanto
como te quería,
estaba tan ciego,
no te conocía,
pero entre nosotros no,
que ya no queda na.
Me parece me parece
mentira, mentira,
todo me parece
una pesadilla
y viéndolo, viéndolo,
yo no lo creía.
Mirando tu pelo, sí,
yo supe la verdad.
Ese pelo, ese pelo,
ese ese pelo
negro, negro, negro
que tanto quería
pusiste de rubio
para pena mía,
y sólo por eso no,
yo no te quiero ya.
Un
hombre se enamora
y nunca vuelve a la salud.
Un hombre se enamora
y nunca vuelve a la salud,
que el amor
es como un gusanillo inmortal
que se mete en el cuerpo y allí
ni muere ni se va.
Ni muere ni se va,
ni se muda
mientras que haya donde roer
el gusanillo de la pasión.
Y pobre del que cae en su poder:
no tiene solución.
A mí se me metió cierta vez
el gusanillo en el corazón,
y cuando quise hacerme valer
tenía todo el cuerpo peor
que el queso de gruyere.
Yo
no tengo, yo no tengo ya
chicha ni limoná.
Yo no tengo, yo no tengo,
que yo ya no tengo,
que no tengo nada
de lo que tenía,
que ya no me queda
ni la simpatía,
que tú me has dejado sin
chicha ni limoná.
Quisicosas, quisicosas,
quisi quisicosas,
los amores tienen
muchas quisicosas.
que son cosas raras,
que son mala cosa,
y yo de estas cosas sé
un barbaridad.
Y por eso, y por eso,
y sólo por eso,
por todo lo dicho,
por todo lo expuesto,
yo no quiero nada
con amores nuevos,
que tengo mi alma ya
bastante remendá.
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