La
encontré por un camino
como una flor sin cortar.
Me gustó su piel morena,
de canela, bronce y sal.
Su boca jugosa y fresca
era un clavel reventón,
y en el fuego de sus ojos
se encendió mi corazón.
Acaricié su cabello,
que rebelde y juguetón
se mecía con el viento
y brillaba con el sol.
Nos hicimos mil promesas
de ternura y de pasión,
y como un único dueño,
corté pa mí aquella flor.
Estribillo:
Yo tengo una reina
de raza gitana,
en trono de oro,
seda y azahar.
Una flor morena,
limpia y perfumá.
Yo soy su dueño
y soy su esclavo,
mira tú que cosa,
qué contradicción.
Y es porque el amor
que siento por ella
es igual de grande
que el que ella siente
en su corazón.
Tiene mi reina gitana
el encanto sin igual
de aquellas flores silvestres
que crecieron sin cuidar.
Es arisca a las caricias,
es más dulce que la miel.
La belleza de los campos
se refleja en su querer.
Estribillo.
Es
igual de grande
que el que ella siente
en su corazón.
Es igual de grande
que el que ella siente
en su corazón.
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