|
¿Qué
poder encierras, vino,
que en mitad de mi tortura
vas suavizando el camino
de mi horrible desventura?
¿Que brujería o hechizo
encierra cada botella
para que su maleficio
vaya borrando las brumas
que me separan de ella?
¿Por qué me pones borracho,
y aumentando mi delirio
me haces verla más de cerca?
¿Por qué esta fina tortura
que me mata poco a poco?
¿No ves que me vuelvo loco?
¿Por qué no tienes hartura
y cesas en tu tormento?
Dame, por Dios, la locura,
que no quiero el pensamiento. (Recitado)
Yo, que por su ojos
contemplé la vida.
Yo, que por sus besos,
conocí el amor.
Yo, que para ella
quise lo más puro,
no pude salvarla
de la maldición.
Maldita
la sangre
que tiene colores.
El amor es ciego
y no los puede ver.
Ella era gitana,
yo tan sólo un payo:
iba nuestro sino
escrito en la piel.
Hoy,
loco de amores,
y desesperao,
me parece verla
como una obsesión.
Y prosigo errante,
caminando a ciegas
por entre las sombras.
Por entre las sombras
de una maldición. |
|