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Primera
parte.
A la vuelta de la esquina
hemos visto a Don Servando.
Caramba, con los bigotes
que gasta el señor doctor.
A auxiliar a Clementina
que la dió un sopitipando.
Y así le largó la niña
en cuanto que en sí volvió:
No se acerque, Don Servando,
Señor.
Que el mirarle me da frío.
Qué horror.
Pues la gente está pensando
que ese bigotazo es mío.
Estribillo:
Atención a la banda de los pegasos,
que el que más y el que menos
ya se ha largao de lingotazos.
Con respeto muy fino
voy a contar
lo que ví en el camino,
sea o no la verdad.
Por tres reales cochinos
ninguna banda puede hacer más.
Me paró el año pasado
una sueca muy ladina.
Más rubia que los trigales,
más blanca que el alcanfor.
Y por mor de haber parado
me he buscado la ruina.
Muchachos, tened cuidado,
con esas del auto stop.
Y hoy me escribe la rubiales
Señor.
Que soy padre de un muñeco.
Qué horror.
Y además, que no me vale
que me quiera hacer el sueco.
Estribillo.
María
Pepa, la Claveles,
que es bastante distraída,
en la fonda del Batato,
cocina de lo peor.
Y con tal de ver la tele,
en los guisos se descuida.
Y piensa en "Los invasores",
y no piensa en el arroz.
Por su afán televidente,
Señor.
Anteanoche fue la monda.
Qué horror.
Le echó al caldo detergente
y ha purgao a media fonda.
Estribillo.
El
beber es alegría,
y hace al hombre más humano.
Caramba, lo que estoy viendo:
Gracita con un porrón,
agarrá la pobre mía
a un tablón como un piano,
gritando que viva y viva
el tinto con "on the rocks".
Pues tened cuidao, muchachos.
Señor.
Que este Alcalde pronto actúa.
Qué horror.
Y ha dicho que a los borrachos
se los lleven con la grúa.
Estribillo.
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Segunda
parte.
Me veía con
la soga
puesta al cuello eternamente
si no llegan a salvarme
los ojos de esta mujer
que, vestía con su toga,
que le está divinamente,
logró sacarme inocente
delante del propio juez.
Y hoy me siento noche y día
señor
en sus ojos prisionero
de amor
y borracho de alegría
por lo mucho que la quiero.
Atención que la banda
tiene madrina
y Manolo una novia
y ole con ole que es cosa fina.
A la Virgen pedimos
verlos casaos
y que sean felices,
colorín colorao.
Y que coman perdices
que justamente se lo han ganao.
La verdad, no me fiaba
de Manolo el camionero,
pues tiene con las mujeres
cartel de castigador.
Pero ví que me engañaba
oyese el tigre era un cordero
y en cambio las vecindonas
lagartas de lo peor.
Ahora sé que te idolatro
mi amor
y que van a tragar quina
qué horror
esta noche más de cuatro
por sus lenguas viperinas.
Si te sientes mu solo,
de amores preso,
es preciso, Manolo,
que en este instante
le des un beso
en su boca fragante
como una flor.
Conque arrea palante,
que se muere de amor.
Si no la besas pronto,
porque eres tonto,
la beso yo.
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